La Aldea
Artículos de Opinión
 
 
Las Mil Caras del Periodismo y el Periodista
por
Carlos Valmore Rodríguez
Colaboración de Mureche Web
 

"El mejor oficio del mundo", llamó Gabriel García Márquez al periodismo. "Escritor con urgencia" llamó Cristóbal Guerra hace poco al periodista. Y creo que ambos tienen razón.

Es el periodismo el mejor oficio del mundo porque es el que permite estar donde sucede todo lo que al mundo le interesa. Ya sea una serie mundial, un mundial de fútbol, una toma de posesión histórica, una guerra llena de enigmas, y de peligros, que llevan impreso las palabras aventura y emoción, que tanto gustan a mucha gente. Y es el periodista un escritor con urgencia porque no puede explayarse a escribir lo que le digan las musas del arte porque el periódico sale mañana y las musas a lo mejor no están tan apuradas como el jefe de Información que gesticula e impreca para que el material esté en su mesa para pasarlo al diagramación. Pero al periodista le queda cierto sin sabor, porque en el fondo de su ser abunda la vena literaria. ¿Por qué si no entonces optó por escoger una carrera donde se vive de escribir?

Pero, pobre periodista, él no puede escribir lo que quiere, sino lo que debe. Y hasta allí llega el nexo con la literatura. Ahí nace el deslinde, ese por el que más de uno trata de buscar un acercamiento subrepticio subversivo para los cánones de ese dogma periodístico que es el lenguaje directo. Y es que el fablistán no escribe para él como puede ocurrir con un escritor. Escribe para un colectivo, que desea saber lo que pasa a su alrededor. Y esa es la función del periodista. Es buscado para saber la verdad. Cuando la gente quiere fantasía acude al literato. Es simplemente ese fenómeno tan cacareado por los sociólogos que atribuyen su origen al periodo neolítico: División Social del Trabajo. Cada quien suple una parcela distinta de ese fundo infinito que se llama necesidades humanas.

Y vaya si le han otorgado funciones de cuidado al periodista. El liberalismo clásico, aquel nacido en las inmediaciones históricas de la Revolución Francesa, le encomendó nada más y nada menos que ser el guardián de los derechos de la ciudadanía. Ser el ojo escrutador del colectivo que vele por que el tiránico Estado no viole sus garantías mínimas implícitas en el hecho de ser hombre. La figura metafórica que se le consiguió a esa función, por la que los periodistas somos mal vistos por los gobiernos y por quienes detentan el poder en general, es un bulldog. Qué ironía. De escritor con urgencia a este can malencarado. Es que el oficio da para eso y más.

Por ejemplo, creo que uno como periodista se convierte en actor. Sí, porque asumes el papel de redactor y no el de tu propia personalidad. Como cronista de deportes tarde o temprano deberé cubrir un juego Caracas-Magallanes. Desde mi poltrona de caraquista irracional, ser fanático implica ser irracional, habré de transformarme en el redactor de deportes que si ganan los turcos tendrá que escribir: "Los Navegantes del Magallanes, amparados en gran actuación monticular de Johan Santana y en el tórrido bateo de Melvin Mora sometieron por paliza 13-1 a los Leones del Caracas, dejándolos prácticamente eliminados del Round Robin". Solo instantes después de entregarle la nota al jefe, con entrevista a un eufórico Santana incluida, me podré despojar de la objetividad periodística y retomar mi personalidad, esa que maldice y vocifera de lo ocurrido y que aborrece a Mora y a la incapacidad caraquista de vencer al eterno rival. Pero al periodista eso no le es permitido.

Hay una última reflexión que deseo hacer sobre la profesión de periodista. Y es que debe ser un líder. Y lo digo porque se supone que nosotros debemos fungir como intérpretes de las inclinaciones y pensamientos de la gente para seleccionar lo que hemos llamado noticia, que es eso que a la mayoría, o a un buen número de personas le interesa. Para ello se necesita una capacidad de interpretación de la Voluntad General Roussoniana que sólo un líder puede tener. Y hoy en día el periodista puede ser un líder con vastos recursos, por lo que su responsabilidad se incrementa de manera exponencial.

Así que las miras desde las cuales se puede ver un periodista y al periodismo va más allá de la sala de redacción, las cuartillas, la hora de cierre, las guardias y la fuente. Porque un oficio en el que quien la ejerza sea escritor, bulldog, líder y actor no puede ser otra cosa que el mejor del mundo.

¡Ah!, y termino con una confesión que tal vez me haga desmerecedor de ser un buen periodista y será un estigma en mi carrera. No es que no sepa redactar, no es que no comprenda la urgencia del cierre, no es que no sepa desarrollar una pirámide invertida o un reportaje interpretativo con una crónica suelta por ahí. Tampoco que sea poco acucioso o ni siquiera que no me gusta el periodismo. Es algo peor. No me la llevo bien con el café y el cigarro, Alfa y Omega del periodista. ¿Que será de mí, reportero sin cafeína ni nicotina?