La Aldea
Artículos de Opinión
 
 
El Miedo a la Tecnología y el Abominable Internet
por
Melissa Marina González Arévalo
Colaboración de Mureche Web
 

Desde que el mundo tiene memoria, el terror a las máquinas y adelantos tecnológicos ha perturbado al hombre y a su desenfrenada imaginación. La Revolución Industrial trae el miedo al reemplazo de los trabajadores por las máquinas; George Orwell, en su 1984, describe a los aterradores androides; y cuando la perversa televisión irrumpió en la escena doméstica, el pánico al aislamiento y a la falta de contacto entre las personas se apoderó de los críticos.

Sin embargo, paulatinamente el mundo se acostumbró a los nuevos hallazgos, que sí cambiaron la forma de vida, pero que definitivamente nunca sustituyeron el intercambio personal con otros seres humanos. Los trabajadores no fueron suplantados, sino que sencillamente cambiaron su función.

Las computadoras personales y el reciente boom de Internet volvieron a traer esa angustia frente a lo nuevo y desconocido. Hay personas que pasan horas y horas navegando sin rumbo fijo a través de las miles de páginas y cuartos de chateo de Internet, mientras otras comentan asustadas la impersonalidad de las relaciones a través del correo electrónico y la proximidad de la desaparición de la opinión pública entre los numerosos recovecos de la red acéfala.

En los 80 hubo una "fiebre" parecida cuando se descubrió que cualquiera podía ser radioaficionado, y conocer personas "sin rostro" a grandes distancias. En ese entonces todo joven y no tan joven tenía su radio, y pasaba horas sintonizando y saltando de señal en señal. Y como toda la devoción de ese tipo, pasó. Actualmente los aparatos solo los usan aquellos que realmente lo necesitan, y los verdaderos aficionados son muy pocos.

Ahora la magia de Internet ofrece la oportunidad de obtener infinita cantidad de información y de conocer personas en lugares tan insólitos como Malasia o Japón con solo mover los dedos. Cuando esto se convierta en algo común, la gente entenderá a Internet como una herramienta de trabajo más.

Internet será incluso otro lugar para establecer relaciones, pero sin el pánico a lo misterioso o desconocido. ¿Por qué el miedo a lo impersonal en el cuarto de chateo? ¿No es acaso impersonal también la relación que se establece entre dos completos desconocidos que en una fiesta desbordante de alcohol se encuentran casualmente y conversan durante dos horas sin profundidad ni tema específico? Cuando esas personas en la fiesta demuestran mutuo interés, intercambian teléfonos, y establecen una relación más profunda, incluso una amistad. Eso mismo ocurre en Internet cuando se intercambian direcciones electrónicas.

La superficialidad y falta de discusión opinan no es un problema de estos tiempos. Siempre la gente pensante ha sido una élite minoritaria. No es Internet el que causa ese fenómeno. Los intelectuales de hoy, en vez de asumir una posición retrógrada y apocalíptica, deberían aprovechar las ventajas de las nuevas tecnologías para crear, discutir y difundir conocimientos. El lugar de lamentarse del mal que existe, deberían trabajar para construir el bien anhelado.

En la antigua Grecia, el público deliberaba en el Ágora, en Roma en el Foro, luego el ámbito público pasó por plazas, cafés, salones de París, y hoy en día reside en los medios de comunicación ¿Por qué ahora no ha de pasar al terreno de lo virtual? ¿Por qué eso ha de angustiarnos? La opinión pública no desaparece porque la tecnología avance... Solo cambia de ámbito.