En este tiempo de compre ahora y pague después, de en "Imgeve ya es Navidad" y "su celular ahora le sale gratis", el periodista se ha ido convirtiendo en un vendedor de sí mismo.

Pongo un punto y aparte y me explico. El periodista también está a la caza de clientes. Escribe para complacer a sus clientes. Sus lectores, si los tiene, ya saben qué cosas escribe y el periodista ya sabe cómo agradarlos, cómo hacerlos felices un fin de semana, cómo informarle que en el mar la vida es más sabrosa.

O sea que el periodismo del compromiso y la investigación hasta su última consecuencia no aparece por ninguna parte, porque claro, ya sabemos quiénes son los dueños de los medios y también nos estamos olvidando de quiénes somos nosotros los periodistas.

La farándula ha ido ganando terreno y si Leonardo Di Caprio triunfó, no sólo lo hizo por su físico sino además por su tumbao que tienen los guapos al caminar, entonces ¿Por qué no debo triunfar yo que tengo un espacio todos los días en la prensa para hablar de lo que dice el Presidente y de la cantidad de muertos que hubo en el terremoto de Armenia? ¿Y Dios mío dónde me queda eso? pero qué carajo me importa, lo mejor es que yo estoy todos los días ocupando un espacio en la prensa diaria y esa es mi mejor oportunidad para ser famoso y habló para ustedes Roberto Malaver, El Informador.

Preocupa más si el periodista Roberto Malaver se viste en Sarita y se peina en la Barbería Esso, que si el periodista Roberto Malaver investigó, anotó y entrevistó a las personas que cometieron los hechos.

Me alquilo al medio y después veo a quién me vendo mejor. Informo, luego me hago famoso y me importa un carajo la prominencia social y solo existe la imagen, y la imagen soy yo.

Y lo importante es mi firma, el medio no interesa. Mi firma vende. Y por lo tanto me pagan más. Tengo personalidad de marca. Soy, no solo un buen periodista, sino además un gran vendedor. Me alquilo por horas al mejor postor.

La noticia está en un segundo plano, en primer plano está Marcel Granier... y yo.