La Aldea
Artículos de Opinión
 
 
Las Industrias Culturales. Retos para la Investigación en Comunicación
entrevista a

Enrique Bustamante

Edgardo Toledo y Silvana Comba.
(Participantes versión 1999-2000 del Magister en Comunicacion).
 
 
  Enrique Bustamante es docente Catedrático del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad I de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Es profesor de Cursos de Postgrado sobre industrias culturales audiovisuales, televisión y nuevas tecnologías audiovisuales. Desde 1985 hasta 1997 fue director y miembro del Consejo de Redacción de la revista de investigación TELOS. Cuadernos de Comunicación, Tecnología y Sociedad, editada por FUNDESCO. Durante su visita como catedrático del Magister en Comunicación Social nos habló del futuro de las industrias culturales ante el proceso de digitalización, de la necesidad de redefinir la noción de servicio público y de posibles líneas de investigación para esta área. Durante el VI ALAIC, el profesor Bustamante dictó la conferencia "Sociedad de la Información y Desarrollo".

 

 

 

- Las nuevas tecnologías de comunicación (NT) están transformando la dinámica de las industrias culturales. ¿Cuál es la tendencia en este nuevo escenario?

Desde 1995 para acá se están dando procesos de concentración inéditos, de unas dimensiones preocupantes en el campo de la comunicación y la cultura, con la unión de empresas de telecomunicaciones, empresas eléctricas, bancos que forman un conglomerado cada vez más concentrado y más oscuro para el ciudadano. Pero creo que con todo eso hay que contar sabiendo que no partimos de una condición maravillosa anterior, sino que las NT vienen a mantener y a acelerar un proceso que ya se estaba dando en la industria de los medios de comunicación básicos, la TV analógica, la industria del disco, etc. Ya la evolución de esas industrias es bastante negativa, primero para el pluralismo. Cada vez se producen menos productos que dominan más los mercados. Segundo, para el equilibrio de la cultura, cada vez esos productos dominan desde las grandes transnacionales. Y también hay una reducción a nivel creativo. Dada esta situación hay que tener una veta optimista importante y pensar que las NT pueden ser utilizadas también por los países en desarrollo, por las asociaciones ciudadanas, por las universidades, en fin, por todos los centros que no están en una dinámica mercantil, basándose en las condiciones económicas necesarias para poder crear cultura. Sin dinero no se puede crear nada. Pero el intento de poner esa tecnología al servicio del desarrollo lo podemos ver en ejemplos concretos. Internet para la industria del disco puede reforzar el poder de los grandes grupos discográficos pero, por primera vez en la historia, permite que composiciones minoritarias eliminadas del mercado puedan llegar y encontrar su segmento de público, financiarse y aportar algo importante a la cultura local de un país. Y lo mismo ocurre con el cine, y lo mismo en varios canales de TV por cable en América Latina. Por primera vez en la historia se está pensando en hacer canales sólo sobre cine latinoamericano para películas que no consiguen, en muchos casos, ni siquiera estrenarse.

 

-En ese caso se tienen en cuenta a algunas minorías.

Se tienen en cuenta a algunas minorías tanto a nivel de gustos, de demanda, como incluso, a nivel geográfico. Por ejemplo, estas tecnologías pueden aumentar la rentabilidad de la TV, de la radio, de la comunicación local, de la creación audiovisual y, en el futuro, de la multimedia. Creo que si sabemos formar adecuadamente a los jóvenes para usar esas tecnologías en el futuro, si podemos enseñarles a tener creatividad, entonces podremos obligar a los gobiernos a regular y a apoyar a esos sectores minoritarios para que, más allá de una dinámica de mercado, tengan un espacio público de creatividad y de uso cultural. A partir de estas tecnologías se abre una oportunidad importante que hoy en la industria clásica se ha perdido.

 

-Usted hablaba de que el fenómeno de concentración no es nuevo en la industria cultural. Hoy se habla mucho de "convergencia" y está quedando en evidencia que este proceso es más complejo de lo que se advertía en un primer momento. ¿Cuál es su visión?

Yo creo que hay que tener mucho cuidado con la literatura utópica, mitológica que durante décadas nos estuvo llegando sobre la Sociedad de la Información. Convergencia multimedia, interactividad, todas esas son metáforas que no responden a situaciones comunicativas ni culturales reales. Se ha dicho que la convergencia es la unión -y el fin de las barreras- entre telecomunicaciones y TV o lo audiovisual. Pero lo cierto es que nunca han existido barreras reales entre estas dos. La TV ha usado siempre a las telecomunicaciones para llegar al público. Entonces la convergencia es simplemente la eliminación de una barrera de regulación legal que impedía en muchos países la concentración en empresas de esos diferentes sectores. Pero eso sería convergencia empresarial, que ya se está produciendo. Con el mito de la convergencia se ha querido decir mucho más. Se quería decir que también iban a converger inmediatamente los usos. Hoy sabemos que los usuarios van mucho más lento que el paso de la innovación tecnológica. Se mantiene la separación radical entre los usos domésticos y los usos profesionales y, por tanto, una tecnología que se dedique a los dos públicos fracasará. Hoy sabemos que las diferencias profesionales de creatividad, del saber hacer, entre la informática, el ámbito televisivo y las telecomunicaciones siguen siendo muy diferentes. Para hacer un producto cultural hacen falta creativos y no sólo informáticos.

 

-¿Y qué rol juega el mercado?

Hoy también sabemos que la convergencia no quiere decir, como sugiere el mito que nos han intentado enseñar los medios de comunicación, que dejándolas al libre albedrío del mercado las NT nos van a hacer felices a todos. Y otro mito es el de la igualdad de oportunidades, el mito de acceso para todos, el mito de la universalidad de las redes. Esos mitos no se sostienen hoy en la realidad. Por tanto, hay que ser conscientes de que detrás de la convergencia hay un proyecto político que concuerda con la palabra del discurso dominante y la investigación debe dedicarse a analizar eso, a comprobar que esa convergencia es falsa, para luchar por otra como, por ejemplo, la convergencia con el servicio público, con el servicio universal que permita que todo el mundo tenga accesibilidad y asequibidad a las nuevas redes y a los nuevos medios.

 

-Ud en su libro "La TV económica" habla de una redefinición de servicio público en relación a la digitalización y a las redes. ¿Cómo piensa el nuevo concepto?

Hay muchas nociones de servicio público. En Europa tenía una connotación muy concreta. No solamente que las redes fueran accesibles a todos sino que fueran asequibles económicamente a todos, estén donde estén situados geográficamente y socialmente. Y éste es un concepto de servicio público muy concreto. En EE.UU., es diferente. Allí prevalece el concepto de servicio universal que significa que las redes sean accesibles técnicamente para todos pero no asequibles económicamente para todos. Como signo de los tiempos hoy en Europa se habla más del concepto universal al estilo americano. Cada vez se habla más de que ya se cumple la universalidad para los medios de comunicación clásicos porque todo el mundo tiene acceso a la TV gratuita y al teléfono. Pero hoy la libertad de oportunidades es tener también acceso a Internet. El servicio público es un concepto de geometría variable, se tiene que ir acomodando a los tiempos y a las necesidades de la gente. Eso significa necesariamente una intervención y regulación del estado, del sector público, para garantizar una política y una situación igualitaria en la comunicación que el mercado nunca va a poder dar por sí solo.

 

-Ante la digitalización y la multiplicidad de canales de transmisión ¿qué pasa con la fidelización de la audiencia, comparando la radio y la TV?

Las encuestas repetidas están demostrando que las audiencias de la TV son más fieles que los oyentes de la radio; que la imagen de marca de la cadena es más fuerte en la TV competitiva que en la radio competitiva. Seguramente porque en el caso de la TV la escucha sigue siendo más colectiva, más familiar. Entonces es necesario replegarse a unas relaciones sociales, aunque sea en el seno de las familias, de modo que la lucha por formar una imagen de marca y una línea editorial, una identidad, es mucho más potente en la TV que en la radio. Con la digitalización se hace mucho más difícil porque hay que crear imagen de marca en 60 o 100 canales y no en un canal, como era en la TV clásica. También sabemos que el espectador, después de la novedad de tantos canales, termina eligiendo sólo unos pocos. De forma que en la TV digital la creación de imagen de marca sobre canales temáticos o especializados sólo en noticieros o sólo en música es todavía más importante.

 

-Volviendo a la TV pública, y en este contexto que usted describe, ¿cuál será el futuro de la TV digital pública?

La TV digital pública deberá luchar con la TV digital privada con las mismas armas, estudiando los segmentos de la población que no van a alimentar un mercado rentable, pero que necesitan información determinada. Y buscando una imagen en este segmento de la población, renovándose continuamente. Si el servicio público se queda recluido en el modelo clásico de la TV -un solo canal generalista para todos- morirá en pocos años. La TV tiene que trabajar en el sector digital y competir tanto en los sectores rentables como en los no rentables. La diferencia de la TV de servicio público es que está obligada a dar información para los públicos que no son rentables, que no tienen dinero para pagar esa información. Hace muchos años el servicio público encontró la fórmula para financiarse en la subvención cruzada (los canales rentables deben pagarle a los no rentables). Ahora sólo se habla de segmentos rentables y a los no rentables hay que eliminarlos, incluso de la TV pública. Yo creo que hay que recuperar para el futuro digital el concepto de que el mercado masivo, mayoritario, debe pagar la necesidad de información de segmentos de la población que requieren información, cultura pero no pueden pagarla. Habría dos grandes objetivos: primero, recuperar el derecho a la información y ampliarlo; y, segundo, defender las conquistas conseguidas a lo largo de la historia por el servicio público. Por ejemplo, con las NT o las redes un espacio importante de lo público, de lo gratuito o de bajo precio en cuanto a servicios de comunicación tiende a desaparecer o a reducirse. Es el caso de la biblioteca. Ya muchos grupos editoriales están planteando que por Internet habrá que cobrar la copia y, por lo tanto, la biblioteca pública del futuro debe cobrar la copia y no podrá ofrecer gratuitamente los libros por la red.

 

-¿Nos podría explicar el concepto de la lógica de club como nuevo modo de consumo?

Es un concepto interesante porque durante años los que estudiábamos la industria cultural debatíamos, en una aparente polarización, entre el modelo editorial, del libro, del disco -un producto único comprado por el consumidor- y el modelo de flujo, de la radio y la TV -pagado por la publicidad. La "lógica de club" es la que va a surgir de la industria cultural y la comunicación en el futuro con las nuevas redes. No va a ser ni el modelo del libro ni el modelo de la TV. Los nuevos medios van a ser capaz de financiarse por el pago de la publicidad y del consumidor. Van a ofrecer productos inmateriales, como la TV, y productos materiales, como el libro o el disco. Van a ser capaces de mezclar ahí la publicidad y el patrocinio. Es "lógica de club" porque tiende a segmentar a la audiencia de acuerdo a la rentabilidad. La idea es ofrecer todos los productos con todas las formas de financiación, pero sólo para los grupos rentables de la población y que tengan una alta capacidad adquisitiva. Las redes están implantando un nuevo modelo dominante de mayor exclusión de la comunicación, de acuerdo a criterios económicos por sobre los culturales. Y una mayor discriminación de un segmento de la población con respecto a otro, en función de su capacidad adquisitiva. Es un modelo todo mercado, el del pago por existir en sociedad (pay per society being). Es el mito de la red como nuevo soporte de la igualdad de acceso de oportunidades. El eterno mito de la economía capitalista nunca conseguido, nunca demostrado que vuelve, eso sí, como promesa de paraíso de futuro que las nuevas redes no traerán. Yo creo que a esa mitología hay que enfrentarla radicalmente con investigaciones en la mano, con la investigación seria, experimental de cómo la realidad está demostrando que esos mitos son falsos radicalmente. No enfrentar ideología a la ideología, sino experimentación real con datos sobre el terreno para demostrar la exclusión que esas redes están causando.